Los dibujos en sobres de saquitos de té nacieron en forma casual: los usaba para los apuntes rápidos y para los dibujitos que se hacen al paso para capturar una idea que se vuela.
Así también nació otro fenómeno: la recolección de sobrecitos. Un día alguien, al ver que los usaba para dibujar, me acercó algunos. De esta forma se fueron sumando muchos a la obra colectiva.
Con el tiempo se consolidó la idea de que esto debía transformarse en una especie de comercio: sobres a cambio de dibujos. Me estimula mucho ese intercambio: imagino a la gente pensando en guardar el sobrecito en vez de tirarlo, para luego juntar una cantidad importante y traérmelos, en una cierta lógica de obra relacional. El pago de este esfuerzo, en forma de un dibujo, cierra un círculo gratificante. Los sobres dibujados suman miles y el fenómeno crece sin cesar.
Cada dibujo funciona como una obra independiente, y a la vez, es el segmento de una obra mayor, de una producción compuesta de partes. La obra completa será pues la totalidad de dibujos en sobres de té, obra en proceso de largo aliento, abierta y que culminará cuando se agote la energía que la dinamiza.
Los dibujos tienen diversos sentidos. En ocasiones son el preludio de una obra a concretarse en otro material, como por ejemplo, esculturas en acero. Otras veces son indagaciones con una elevada dosis de automatismo para provocar la emergencia de una forma que se encuentra subyacente en el inconsciente. También para la búsqueda de variaciones formales sobre algo que me convoca hasta que el proceso pasa de ser iterativo a ser repetitivo y es allí donde la exploración se agota.
Los sobres llevan el sello con mi firma, en el ánimo de crear una cierta sistematicidad y espíritu de serie. También llevan la fecha, con día, mes y año, que contribuye a esta sistematicidad y que adjudica a este compilado, la lógica de una macro-bitácora sin encuadernar.